“Si no veis prodigios y signos, no creéis.” “Si no veis prodigios y signos, no creéis.” (Jn 4,48) El funcionario real parece no creer que Jesús tenga el poder de resucitar a los muertos. “¡Baja antes que no muera mi hijo!” (Jn 4,49) Parece que cree que Jesús ignora la gravedad de la enfermedad de su hijo. Por esto, Jesús le reprocha su poca fe, para mostrarle que los signos y prodigios se realizan sobre todo para curar a las almas. Así, Jesús cura al padre que está enfermo del espíritu no menos que al hijo que está enfermo en su cuerpo. Así nos enseña que hace falta unirse a él, no a causa de los milagros, sino por su enseñanza confirmada por los milagros. Jesús realiza los prodigios no para los creyentes sino para los incrédulos.... Una vez en casa, “creyo y toda su familia” (Jn 4, 53) Gente que no había visto nunca a Jesús ni oído hablar, creen en él. ¿Qué nos quiere enseñar el evangelio? Hay que creer en él sin exigir prodigios; no hay que exigir a Dios pruebas de su poder. En nuestros días, ¡cuánta gente muestra un amor mayor a Dios después que su hijo o su mujer hayan experimentado alivio en sus enfermedades! Aunque nuestros ruegos no fueran escuchados, hay que perseverar igualmente en la acción de gracias y la alabanza. ¡Quedemos unidos a Dios en la adversidad y en la prosperidad!
San Juan Crisóstomo (345?-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia Homilía 35
lunes, 16 de marzo de 2015
viernes, 6 de marzo de 2015
Dar fruto en Aquel que lo ha dado en la plenitud de los tiempos
“Mi amado es un racimo de uvas de Chipre, en la viña de En-Gaddi” ... Este racimo divino se cubre de flores antes de su Pasión y derrama su vino en la Pasión... Sobre la vid, el racimo no presenta siempre la misma forma, cambia según el tiempo: florece, aumenta de volumen, crece, y cuando está completamente maduro, se transforma en vino. La vid promete por su fruto: no está todavía madura para poder dar vino, pero espera que llegue el tiempo de su plenitud. Sin embargo, no es del todo incapaz de alegrarnos. En efecto, antes del gusto, nos goza con su aroma esperando los bienes que dará, y seduce el sentido del alma con los perfumes de la esperanza. Porque la firme certeza de la gracia esperada es ya gozo para los que esperan con constancia. Es asimismo para la uva de Chipre, pues promete dar buen vino ya antes de serlo: a través de su flor –su flor es la esperanza- nos asegura la gracia futura...
Aquel cuya voluntad coincide con la del Señor, porque “la medita día y noche”, llega a ser “un árbol plantado junto a la corriente que da fruto en su sazón y su hoja no se marchita” (Sl 1, 1-3). Por eso la viña del Esposo que ha dado su fruto en la tierra fértil de Gaddi, es decir, en el fondo del alma, que es regada y enriquecida por las enseñanzas divinas, produce este racimo florido y desarrollado en el cual puede contemplar a su propio jardinero y a su viñador. ¡Dichosa esa tierra cultivada cuya flor reproduce la belleza del Esposo! Puesto que éste es la luz verdadera, el verdadero camino y la verdadera justicia... y muchas otras virtudes, si alguien, por sus obras, llega a ser semejante al Esposo cuando mira al racimo de su propia conciencia y ve en ella al mismo Esposo, porque refleja la luz de la verdad en una vida luminosa y sin mancha. Por eso esta viña fecunda dice: “Mi racimo florece y brota” (cf Ct 7,13). El mismo Esposo en persona es este verdadero racimo que se presenta atado al madero, del que la sangre sale como verdadera bebida de salvación para los que se gozan en su salvación.
Aquel cuya voluntad coincide con la del Señor, porque “la medita día y noche”, llega a ser “un árbol plantado junto a la corriente que da fruto en su sazón y su hoja no se marchita” (Sl 1, 1-3). Por eso la viña del Esposo que ha dado su fruto en la tierra fértil de Gaddi, es decir, en el fondo del alma, que es regada y enriquecida por las enseñanzas divinas, produce este racimo florido y desarrollado en el cual puede contemplar a su propio jardinero y a su viñador. ¡Dichosa esa tierra cultivada cuya flor reproduce la belleza del Esposo! Puesto que éste es la luz verdadera, el verdadero camino y la verdadera justicia... y muchas otras virtudes, si alguien, por sus obras, llega a ser semejante al Esposo cuando mira al racimo de su propia conciencia y ve en ella al mismo Esposo, porque refleja la luz de la verdad en una vida luminosa y sin mancha. Por eso esta viña fecunda dice: “Mi racimo florece y brota” (cf Ct 7,13). El mismo Esposo en persona es este verdadero racimo que se presenta atado al madero, del que la sangre sale como verdadera bebida de salvación para los que se gozan en su salvación.
San Gregorio de Nisa (c.335-395), monje, obispo
Homilía nº 3 sobre el Cantar de los Cantares
Homilía nº 3 sobre el Cantar de los Cantares
domingo, 1 de marzo de 2015
La transfiguración del Señor
“Jesús les prohibió severamente de contar nada de lo que habían visto hasta que hubiera resucitado de entre los muertos.” (cf Mt 17,9)Jesús quería infundir en sus apóstoles una gran fortaleza de ánimo y de una constancia que les permitirían coger su cruz sin temor, a pesar de su aspereza. También quería que no se avergonzaran de sus suplicios, que no consideraran como una vergüenza la paciencia con la que aceptaría su pasión tan cruel, sin perder nada de la gloria de su poder. Jesús “tomó a Pedro, Santiago y Juan y los llevó a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.” (cf Mt 17,2ss) Aunque habían comprendido que la majestad divina estaba en él, ignoraban todavía el poder que quedaba velada por el cuerpo... El Señor manifiesta su gloria delante de testigos que había escogido, y sobre su cuerpo, parecido al nuestro, se extiende un resplandor tal “que su rostro parecía brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz.” (cf Mt 17,4ss) Sin duda, esta transfiguración tenía por meta quitar del corazón de sus discípulos el escándalo de la cruz, no hacer tambalear su fe por la humildad de la pasión voluntariamente aceptada... Pero esta revelación también infundía en su Iglesia la esperanza que tendría que sostener a lo largo del tiempo. Todos lo miembros de la Iglesia, su Cuerpo, comprenderían así la transformación que un día se realizaría en ellos, ya que los miembros van a participar de la gloria de su Cabeza. El mismo Señor había dicho, hablando de la majestad de su venida: “Entonces, los justos brillarán como el sol en el reino de mi Padre.” (Mt 13,43) Y el apóstol Pablo afirma: “Los sufrimientos del mundo presente no pesan lo que la gloria que se revelará en nosotros.” (cf Rm 8,18)... También exclamó: “Habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en dios; cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.” (Col 3,3-4)
Comentario del Evangelio por : San León Magno (¿-c.461), papa y doctor de la Iglesia Homilía 51/38, sobre la Transfiguración “
Comentario del Evangelio por : San León Magno (¿-c.461), papa y doctor de la Iglesia Homilía 51/38, sobre la Transfiguración “
Suscribirse a:
Entradas (Atom)